lunes, 27 de julio de 2009

CON ILUSIÓN KAMIKAZE

Elvia Rosa Castro

Hogar provisional, más que un compendio visual, resume una actitud ante la vida que implica al arte pero lo trasciende. Fluyendo de un extraño sibaritismo a la frugalidad de quien cree estar por encima del bien y del mal estos creadores tratan de escapar a todos o casi todos los espacios de gobernabilidad. Migran, se mantienen nómadas mentalmente hablando.

Sin embargo, en esta disposición vital, que no se reduce a un credo específico aunque lo parezca, hay una constante como soplo e impulso: dinamitar el concepto de representación, la concepción dual con que funciona Occidente formando parte de él paradójicamente. Heredan, fisgonean, hurtan sus códigos para volver sobre su tradición como boomerang. De ahí la huella somática que puede observarse en sus obras: se les mira atraídos por cierta sensibilidad, por la fascinación que ejerce esa ambigüedad desplazada entre la fragilidad y lo robusto, lo efímero y lo eterno. La certeza y el asombro. La calma y un intermitente relampagueo.


Estos jóvenes cultivan su huerta a base de un intimismo y una crítica al canon occidental muy fuertes. Amparados en sus referencias literarias –sobre todo en el simbolismo francés y en Lezama Lima con su enseñanza de “definir es cenizar”, además de múltiples lecturas venidas del Oriente-, sus obras están llenas de un lirismo y evasión poco comunes. Si alguien les pregunta por algún referente no dudarán en mencionar a algún escritor: puede que Lao Tsé, Ángel Escobar, San Juan de la Cruz, Martí, Severo....Aquí está una de las causas de esos títulos que prefieren llamar “suplementos verbales”, suerte de aforismos o frases poéticas que en varias ocasiones se anclan en la lógica del absurdo -¿antilógica?- expuesta en los koanes.

Por otra parte, en casi todas sus obras hay un homenaje muy evidente a las enseñanzas del Tractatus wiggensteniano, como sucedió con la literatura cubana de finales de los ochenta y principios de los noventa. Y en el contexto cubano contemporáneo Gustavo Pita, Gabriel Calaforra, Nelda Castillo y Eduardo Ponjuán han sido acaso sus mentores intelectuales más reconocibles, por decirlo de algún modo.


Embriagados como estamos por tantas franquicias dentro de ese hogar provisional que es el arte, esta muestra sorprende por dos razones: la belleza de las piezas y la nobleza de sus artífices. Tanta, que es casi sabia. Y tal como sucedió con la poesía cubana de aquellos nacidos entre 1958 y 1972, puedo decirles que esta vez, en la plástica, un grupo muy joven avanza silencioso. Lento, sin urgencias ni sobresaltos………….Risueño.

1 comentario:

garridocurbeira dijo...

...eh colega, que tal ¿en qué parte del mundo te encuentras? ¿qué tal el arte cubano? Por acá desde Madrid blogueando a falta de una historia mejor...
Pásate por: http://lacomunidad.elpais.com/garridocurbeira

salu2s